La mirada del guerrero

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©Herestia Photography


Erban y sus amigos se encuentran viajando por las desoladas tierras del sur de la Marca, perseguidos por una terrible amenaza renacida de las cenizas del pasado. Tras los pavorosos sucesos ocurridos en el Santuario de los magos, huyen hacia la ciudad portuaria de Deltabros con la esperanza de reencontrarse con una vieja amiga y trazar un plan desesperado.

Desde allí partirán en un incierto viaje a través del Mesogeis, el gran mar de Helárissos. Una peligrosa travesía que los llevará hasta las islas de Targava y más allá, rumbo a las regiones orientales del mundo conocido. Con el único auxilio de viejas leyendas y pistas difusas, Erban, Nefira, Aikón y Erixëa se empeñarán en una búsqueda desesperada por evitar el Katarkiós, la catástrofe suprema que amenaza con sumir toda Helárissos en el fuego y la destrucción.

Reseña del autor

Si entre la segunda y la tercera parte de la saga de Helárissos pasaron cuatro años, esta cuarta parte ha tardado nueve en ver la luz. ¿Significa eso que me he pasado todo ese tiempo dándole vueltas a estas páginas? Me temo que no, y que la realidad es, como suele ocurrir, más prosaica y aburrida.

La verdad es que, durante los últimos años de mi vida, mi faceta escritora ha pasado por muchos altibajos. He escrito relatos, he empezado y abandonado varias historias (aunque espero volver a alguna de ellas en el futuro) y he sufrido largos períodos de sequía absoluta. Y no por falta de ideas, sino de una sincera voluntad de sentarme frente al ordenador y ponerme a escribir en serio. Llegó un punto en el que comencé a pensar (y a temer) que, simplemente, ya no poseía esa necesidad de contar historias.

Y entonces llegó el malhadado 2020, con su pandemia y su confinamiento, y durante las largas horas de encierro en soledad de algún modo, de repente y sin casi esperarlo, Erban se asomó a mi mente, Spetión en ristre y mirada ceñuda, y me dijo “ya va siendo hora de ponerse las pilas, ¿no te parece?”

Y así, sin más, me senté y comencé a escribir de nuevo, y en cuestión de pocos meses surgió la mirada del guerrero. Ha sido fantástico volver a sentirme capaz de concluir una historia, y no podría haber deseado mejor compañía para ello que la de Erban, Nefira, Aikón y Erixëa. Todavía falta un capítulo para concluir su aventura, y aunque del mañana nadie está seguro, esta vez prometo, a ellos y a vosotros, que no tardaré tanto tiempo en volver a Helárissos.